jueves, 13 de febrero de 2014

Historia de una foto (Volumen 3): El ruido de tus zapatos








De pequeño siempre quise tener una zapatería. Me encantaba que mamá me llevara a comprar zapatos porque no encontraba sensación mejor que la del zapatero agachado a mis pies cambiándome un zapato tras otro. Me sentía muy cómodo probándome zapato tras zapato hasta encontrar el que me quedaba bien y mejor se adaptaba a mis pies.

La Bestia no entiende de comodidades. No está preparada para pasajeros. Aunque siempre venga llena de ellos. Incluso hay vagones donde no se puede viajar porque, por si fueran pocos los peligros que ya hay en el viaje, si te montas en los que llevan materiales químicos, los gases que suben te pueden matar. Usualmente vienen vacíos esos vagones. Es curioso ver cómo en el techo de unos cuantos van hacinados casi sin espacio montones de migrantes, y de repente aparecen tres o cuatro con el techo vacío. Esos son los químicos. Además, por si fuera poco, algunos maquinistas se quejan de que la marcha de La Bestia se ralentiza porque hay gente que se sienta en los respiraderos y eso la hace funcionar peor.

Los zapatos son un bien muy preciado en el camino. Un zapato con la suela desgastada puede suponer un resbalón inadecuado. Si te resbalas de La Bestia puede acabar todo. Unos zapatos que no te ajusten bien puede impedir subir o bajar bien del tren o intentar huir cuando vienen a por ti y la única posibilidad es correr. Muchos llegan descalzos al albergue. Los zapatos son un bien tan preciado que es de las primeras cosas que pierde alguien al ser atracado. Después del dinero y sus credenciales, claro. Hay tantas historias de gente que dejan en ropa interior y se tienen que sentir afortunados porque no los han matado que ver una fila de pies calzados en lo alto de La Bestia es como ver los rayos de sol que se cuelan por cientos entre las ramas de los árboles de manera inesperada cualquier día de invierno.

Los zapatos son tan preciados y escasos que medio albergue va en chanclas. Cuando paseas por el mercado de los domingos en Ixtepec te das cuenta de por qué hay tantas chanclas en el albergue. Las más baratas y más duras. Entre los montones de zapatos de algún puesto del mercado -muy similares a cualquier mercadillo español salvo por el tamaño de los zapatos que es bastante menor- destacan unas sandalias cubiertas de tela y plástico, sufridas y con pinta de resistentes. Son el último grito.

De pequeño miraba a los limpiabotas. No me gustaba su trabajo, me parecía degradante. Aunque cuando era pequeño no sabía qué significaba la palabra degradante. Ni siquiera que existía. Supongo que son cosas de mi cabeza que ya estaba así de mal desde pequeñito. Pero desde entonces ya no me gustaba que alguien altanero pusiera sus zapatos a disposición de otro para que se afanara en lustrar, dar brillo a los zapatos, mientras tiene la mirada perdida o lee un periódico cómodamente sentado desde una posición de superioridad. Me gustaba que los zapateros me trajeran unos y otros zapatos hasta encontrar el adecuado pero detestaba el hecho de que existieran limpiabotas. He tenido un par de conversaciones en este tiempo con migrantes con pocos pesos en el bolsillo que esperan juntar unos cuantos para limpiar sus zapatos. Y dudan entre el limpiabotas o, por un poco más, comprar útiles para limpiarlos ellos mismos. Les duraría más tiempo. Podrían limpiarlos varias veces. Si los conservan. Tremenda duda. Extraña cuando ves la imagen de los pies colgando de La Bestia y piensas en lo que les espera en el camino una vez que esos zapatos, brillantes o no, tomen camino nuevamente para saltar sobre esa devorasueños.

La fila de zapatos de la foto traía a gente detrás. No se puede ver en la foto, peor tras esos pies calzados hay personas. Vidas, sueños, proyectos, ilusiones. En las estanterías de la zapatería a la que me llevaba mi madre y que tanto me gustaba de pequeño, había historias que yo nunca viviría a no ser que eligiera el par perfecto e indicado para ello. Años después vuelvo a mirar a los pies de la gente y pienso que no somos conscientes de la importancia que tiene ir bien calzados. No me gasto ni un duro en suelas porque siempre voy a dos metros del suelo, como diría La Cabra Mecánica y he perdido el gusto por ver al zapatero probándome un zapato tras otro. La fila de zapatos de la foto va mucho más alta. Pero también tararean. Igual que sin poesía la luna sólo sería la luna, unos zapatos sin caminar, sólo serían unos zapatos en el muestrario de la zapatería que tanto me gustaba de pequeño.





B.S.O. I: "Shalala" (La Cabra Mecánica)

B.S.O. II (Con postdata aclaratoria): Probablemente Con total seguridad esta canción de La Arrolladora Banda El Limón, "El ruido de tus zapatos", es la canción que más se escucha en estos momentos por el Istmo. Una canción de zapatos en una historia sobre zapatos. ¿Demasiado obvio? Quizás, pero no hay quién se quite esta rola (canción) de la cabeza. Una canción de banda, ese fenómeno que se ha producido en México en el cual la música de éxito actualmente está interpretada por bandas que hasta hace poco sólo tocaban música instrumental y que un buen día decidieron poner letra y un cantante a sus canciones. En ese momento todo cambió. Como cambia nuestro concepto de la geografía cuando vemos que el Mediterráneo de Serrat en los karaokes abarca de ARGENTINA hasta Estambul, el de ortografía cuando en Sin tu latido de Aute, HAY amor mío y, para nuestra desgracia, el de nuestras ilusiones personales cuando descubrimos que no hay canciones de Chiquetete...

El porqué sabemos todo esto será ya otra historia...

(No sabemos si con zapatos o no)


lunes, 10 de febrero de 2014

Mirando la vida pasar...




Esta es la historia de una iguana. Una de muchas, una de tantas. Historias e iguanas. Bueno, no de tantas iguanas, porque hemos visto muchas lagartijas, salamanquesas... Pero iguanas sólo una. Aunque llevemos tiempo persiguiendo una cantina donde comerla, puesto que dicen que está deliciosa y por esta zona se come. Pero no. Ni armadillo, ni escuincle, ni jaguar... Aunque sí huevos de tortuga o chapulines.

Es la historia de una iguana que apareció embarazada por el albergue y alguien la cazó. Incluso nos la pasamos de unos a otros sintiendo los huevos en su interior.



Cuando la vida se para y esperas algo, aunque no sepas lo que es, ves que los días son muy largos y que cualquier alteración de la rutina habitual es un regalo. Un regalo en forma de iguana.

Regalos para personas que están y a lo mejor ya ni van ni vienen. Porque muchos huyen y bastante tienen con sentirse seguros y arropados aquí. Porque muchos esperan legalidad para seguir camino pero saben que tardará y cada vez tienen más miedo a continuar.

Aunque lo peor es lo que ni siquiera pueden salir de aquí porque los esperan y sabemos que en cualquier momento, a la menor oportunidad, les van a hacer algo.




Les hablaría del caso de la chica que vino destrozada porque la perseguían para meterla en una trata de blancas y una vez aquí tuvo que aguantar que le ofrecieran tranquilamente, con mayor de las desfachateces, dinero a cambio de sexo. Sin llegar siquiera a la mayoría de edad. Y de cómo a esa persona, le encontraron un trabajo para servir comidas en una casa y en seguida se detectó a tiempo que intentaban prostituirla. Hoy está a salvo. Aparentemente. En otro lugar. Pero sabemos que es cuestión de tiempo que vuelva a tener un incidente desagradable. A fin de cuentas, hay lugares en el mundo donde ser bella es un verdadero problema. Pero no es de lo que toca hablar hoy.

Una guitarra o un balón de fútbol pueden ser más valiosos que algún centímetro más en aquel tablón que cayó del Titanic y en el que sólo cabía Kate Winslet por ello y llevó a la muerte a Leo Di Caprio.



Aquel chico que hablaba más en inglés que en castellano porque le parecía cool, que me llamaba Marvin por un amigo de los Estates que se parecía a mí y que tras hacer la primera llamada a su casa al llegar al albergue y preguntarle qué tal, sin más interés que por hablar de algo, nos agradeció profundamente y con gran alegría haber podido hacer la llamada porque le habían avisado que estaban esperándolo para matarlo. Y con una sonrisa casi perpetua y una voz de caricatura pilla, se pasó un tiempo por aquí, muy colaborador, riendo siempre y haciendo bromas, y contando alguna que otra historia cuando se le insistía y se veía en confianza, de sus tiempos en las maras y la huida luchando por su vida. Se fue a tomar la ruta del Pacífico cuando supo que en el albergue ya no estaba seguro porque le habían localizado e iban a estar a la expectativa en cuanto cometiera un error y pusiera un pie fuera del albergue.

Pero esta es la historia de la iguana. De esas cosas que pasan mientras la población del albergue mira la vida pasar, que alegran y entretienen. Esa iguana que poco después estaba reposando en las ramas altas del árbol. El árbol en torno al cual el Padre Alejandro Solalinde construyó el Albergue. El inicio de todo. Ese árbol que servía de cobijo a los que se acercaban al Padre cuando los llamaba porque en grupo, todos juntos podrían pasar las noches más seguros y vigilarían y cuidarían unos de otros. Alrededor de ese árbol que da tan buena sombra y cobija hasta a iguanas aburridas y embarazadas, se ha construido un albergue que es un verdadero hogar para muchas personas que no pueden estar en otro sitio. Un albergue donde aportamos nuestro granito de arena para que todo sea cada vez mejor y para que todos y todas lo vean un sitio acogedor y lo sientan como su casa, como es la idea del Padre Solalinde. Incluso realizando talleres educativos (Inglés, Educación Sexual, Manipulación de Alimentos, Animación a la Lectura...), lúdicos, deportivos, e incluso tocamos la guitarra, cantamos o “jugamos” al fútbol. 




Pero en este albergue suena ahora “Oye mi amor” de Maná por un gran altavoz que tienen los migrantes a su disposición y en el que meten sus tarjetas de memoria con música. Y así miran la vida pasar, pero de verdad, con Maná no se puede... 


(Interrupción del relato provocada por un abandono momentáneo del teclado para conseguir que cambien la canción mediante ruegos, sobornos e incluso amenazas).


Esta es la historia de una iguana a la que conocimos porque alguien en uno de esos momentos de mirar la vida pasar, subió a un tejado y la capturó. Luego nos hicimos fotos, nos reímos, y se perdió por las ramas altas del árbol a reposar. Tumbada sobre su barriga llena de huevos y las patas colgando por los lados de la rama.

Por ambos lados. Como mira un muchacho del albergue cuando oye la palabra cárcel.

- Eso no lo digas ni en broma.
- ¿El qué?
- Lo de ir a la cárcel... Ni en broma, con esas cosas no se juegan.

No sabemos por qué, pero estuvo cuatro años en una cárcel salvadoreña. Tres de ellos, durmiendo bajo la cama. El último ya consiguió una cama. No sabemos ni por qué estuvo en la cárcel, ni cómo consiguió la cama a los tres años, pero hay cosas que ni en broma se pueden preguntar.


(Nuestro querido Gabino, que vino a pasar sus vacaciones echando una mano como voluntario en el Albergue en su primera visión de La Bestia. La primera visión: Un clásico de las emociones mirando la vida pasar)


Como el significado de ciertos tatuajes. Como la diferencia entre ciertos tipos de rosarios. Nos han enseñado a distinguir algunos rosarios. Sobre todo los de Matamoros. Esos son los que reconocen los mareros. Los que saben de ciertos temas. Los que los ven y asumen que quien lo lleva es uno de los suyos o alguien que sabe quiénes son los suyos. Da cierto miedo empezar a mirar lo que cuelga de los cuellos e imaginarse personalidades y actividades. Sobre todo si estás sacando dinero del banco y los de la ventanilla de al lado sacan diez veces más que tú, tienen algún que otro tatuaje inequívoco y cuelgan de sus cuellos rosarios típicos de Matamoros. Por cierto, los más bonitos que se ven...

Dani me ha dicho que vuelven a subir las temperaturas mañana. Volvemos a rondar los 35. No me ha preocupado. No bajamos mucho más cuando en teoría “no hace tanto calor” o “refresca por la noche”. El calor acrecienta la sensación de estar mirando la vida pasar porque la actividad se ralentiza, el sudor aparece, las ganas de nada se hacen con el poder de la voluntad...

Esa voluntad que lleva a alguno a salir de su país corriendo porque sabe que van a intentar matarlo en breve. Como aquel que echa la culpa de todo a las mujeres. De su dicha y su desdicha. De cómo se puede perder una carrera militar muy avanzada por acostarse con la hija de 13 años de su coronel, preguntarle qué puede hacer para ayudarlo por ser un tipo de su total confianza y tener el encargo de matar al responsable. O sea, de matarse a sí mismo aunque el coronel no lo sepa. Por eso se huye rápido y con lo puesto. Porque puedes tener a alguien que te está esperando arriba pero que cuando ve que estás subiendo por fin, no te ayuda y te da evasivas a cualquier petición de ayuda, sobre todo monetaria. O te vuelves porque sabes que ya no merece la pena cruzar porque todas las veces que lo has hecho ha salido mal y te resignas a pensar que a la vuelta, tu país, quizás no sea tan malo. Esa voluntad que se intenta comprar por unos pesos para dar información sobre alguien o para sacar a alguna chica del albergue con cualquier excusa para que una vez allí sea raptada y usada en una red de prostitución. O simplemente asumir que robar o prostituirse no estuvo mal porque era el único escenario posible en el que tenías posibilidades de seguir con vida.

Son las cosas del día a día. Cuando alguien te llora porque su vida está a millones de kilómetros de lo que debería ser una vida normal, medio decente o con cierta esperanza, al verse solo y reconocer la derrota en el momento en que nadie le ve reconocer la derrota. Porque aquí las derrotas sólo sirven para dar lástima y aprovecharse de la ayuda, y pocos pagan el precio de aceptarlas cuando es más fácil mostrarse duro, entero, seguro y más fuerte que nadie. Simplemente, asumir que el alcohol es un problema para ti, cuando ni siquiera tienes para costeartelo, es una derrota por goleada.




Suena “La Fiesta Pagana” de Mago de Oz. Imagino a miles de fresas (pijos) en la fiesta del pueblo cantándola a voces como si fuera con ellos en la caseta del PP, pero lo que veo es a varios migrantes sentados tras un altavoz de dimensiones extrañas, mayor de los que puedes encontrar en muchos bares españoles. 

Tranquilos.
Riendo.
Fumando.
Retándose.
Mirando.

Mirando pasar con sus muletas al chico al que apuntaron un dedo del pie hace poco por estar cangrenado. Escuchando su explicación para los que no la saben.

- Vagando por el mundo sin un dedo toda la vida. 
- Pero vagando por el mundo, mientras se pueda vagar...



Porque como decía Serrat en “Vagabundear”,

Es hermoso partir sin decir adiós,
serena la mirada, firme la voz.
Si de veras me buscas, me encontrarás,
es muy largo el camino para mirar atrás.”


Mirando...

Sobre todo mirando la vida pasar...



¿Y la iguana? ¿Qué pasó con la iguana? Porque esta es la historia de una iguana. Aunque la iguana lleve dos o tres días en la rama tumbada sobre su tripa llena de huevos, con las patas colgando hacia abajo, mirando la vida del albergue pasar, desde las alturas. 

Todos tenemos claro que ya no mira. Que su vida ya pasó y está allí esperando sin ser que algún viento o alguien la baje. Pero aquí abajo la vida sigue. Y seguimos mirándola pasar...



B.S.O. I: "Vagabundear" (Joan Manuel Serrat)

B.S.O. II: "Miro la vida pasar" (Fangoria)

lunes, 3 de febrero de 2014

La historia de FC (Y los sumerios)


Hay un dicho en las pandillas y maras centroamericanas que es algo así como que no se debe “escupir al cielo o te cae encima”. Eso explica mucho la tendencia a ser religioso, a poner toda la fe en Dios de cualquiera que incluso se dedique a matar a gente.

En el albergue hay celebraciones religiosas. Misas, celebraciones propias de fechas señaladas, bautizos, oraciones... Algunos, muy pocos, no asisten. Muy muy pocos. Resulta raro verlo. Me sorprendió ver a alguien que no iba a misa, que siempre estaba desplazado, con sus cascos, sin importarle demasiado si aquello iba con él o no. Porque no iba con él.

Lo conocía bien hace tiempo. Hablábamos mucho. ¡España! ¡Gimme papper! Eran las palabras más escuchadas de sus labios. ¡Quiero sixsag! (O algo así) que me costó mucho que alguien me contara que quería decir lo mismo y que venía de una marca de papel de fumar de su tierra. Pero ese día, paseando yo también por los alrededores de la capilla (no voy a indicar que es lo que me llevaba a ese paseo porque no viene al caso), me dio por preguntar y ahí empezó todo. Un viaje sin retorno que no sé siquiera ahora que escribo esto, si debí comenzar con tamaña valentía. Si siguen leyendo comprenderán el porqué digo esto...




Nació en Apopa, San Salvador. Es un salvadoreño que estudió contabilidad y un año de astrología. No ha vivido mal. Clase media decía. Nunca le faltó trabajo. Buenos trabajos. Quiere seguir estudiando astrología. No cree en Dios. Ni en la Iglesia. Ni en esas cosas. Dejó de creer a los 18 años. Estudiando mucho. Historia, civilizaciones antiguas. Leyó millones de relatos de hace muchísimos años. Me vio interés. Y se agarró a contarme sin ningún tipo de pudor. Ya habíamos platicado más de una vez. Por los papeles. Los de fumar. Del tren. De que transporta más que personas. De cómo no puede dormir desde que está aquí y empezó a fumar mota. De todo lo que conlleva la llegada y salida de La Bestia. Cree que todos pensamos que tenemos tecnología y que evolucionamos. Pero no existe la evolución, ni nada de lo que decía Darwin. Ya lo decían los sumerios. Venimos de la manipulación genética. De allí nace el primer humano. Por supuesto, no hay Dios, sino seres avanzados de otros sistemas solares con el poder de manipularnos a nosotros.

Se acaba de ir del albergue. Me contaba aquellos días que se iría en camión (bus). Desde Juchitán de Zaragoza. “Es de donde salen los Platino”. Desde Ixtepec no hay, sólo Primera Clase. Son muchas horas al DF y hay que ir en un buen autobús. Luego a Tijuana. No es mucha plata, decía. Hacía días que había conseguido los papeles y ya estaba legalmente en México.

- ¿Quieres vivir en Tijuana?
- Jujuuju, un huevo, allí está la mera Falla de San Andrés...

Dice que allí va a estar un tiempo. Podría ser auxiliar de un abogado, de un despacho. En esas cosas pagan mejor. Quiere estudiar en Tijuana, pero la Falla... No sabe si le va a dar tiempo. Quizás vuelva a su tierra. A estudiar. Después de subir a EEUU y ver a su madre. También decía que los gringos tienen la NASA y si sales bien de los estudios puedes acceder a ello. Pero él quiere descubrir por su cuenta. Aunque sólo la NASA y los rusos tienen telescopios potentes para lo que él busca.

En ese momento descubrí que no necesitaba preguntar. No quería saber qué es lo que quiere descubrir. En su lugar me fui por otro lado más sentimental y lo quise llevar a cosas más personales. Que me dijera en qué más cosas dejó de creer.

Pero me intentó explicar que existe una pluralidad en todo. En nosotros, en el mundo. Que hay un bien o un mal. Evidentemente, si existe algo tiene que existir lo otro. Es un equilibrio para nosotros. Para todos. No sé cómo ni porqué, llegamos a hablar de Hitler. De todo lo que sabían los nazis y lo que hacían. Pero siempre acabábamos en los sumerios. Todo deriva de ellos. Todas las mitologías. Los Dioses Griegos, Egipcios, Nórdicos... Si algo he sacado en claro hablando con FC es que los sumerios eran la leche. Quizás debería hablar con Javier Fesser para que revisara su mítico skecht de “Los romanos... ¡Una mierda al lado de los etruscos!” que salía en “El milagro de P. Tinto” y metiera a los sumerios.

¿Por qué va a EEUU? ¿Por qué va a EEUU una persona a la que los gringos le pelan la vega? Con él no pueden. Ahora tiene papeles. Ha subido a Tijuana como era su intención. A ver la prima, a quedarse un tiempo. Su madre bajará allí a verle. Quiere verla. Lleva desde los ocho años sin verla. Vive en Maryland, cerca de Washington. Su madre se fue por dinero. De todo lo que ganaba le descontaban un montón. Prefirió ir EEUU para estar mejor. Él piensa que El Salvador es un país pequeño que debería ser rico, pero no quieren los gobiernos. Y así van las cosas. Tiene cuatro hermanos, dos niñas y dos niños, y él es el quinto, cuarto por edad. Los mayores están en EEUU con su mamá. Los pequeños estudian en El Salvador. De su padre no sabe nada. Sólo que era griego, el hijoputa. No le gusta hablar de eso. No le dejó más que un apellido extraño.

Albert Einstein es a quien más admira. Al loco Einstein. Nos tenemos que fijar que el humano a la ciencia mentirosa le llaman teoría. Y ese es el error. Nos quedamos en el inicio. En la teoría. Vivimos en una realidad que en la ciencia te meten religión. Como paradoja y prueba me comenta que estudió en un centro educativo con el nombre de Juan Pablo II. Todo está conectado. Todas las religiones. Las vestimentas de los sumerios eran las mismas que la que llevan los papas. De nuevo los sumerios. Eso me dice. En esas cosas no puede dejar de fijarse: en la simbología. Inglaterra, la esvástica... Todo tiene una conexión. 
Por ejemplo, Inglaterra y su familia real: Conspiraron para asesinar a Lady Di. Ellos son metamórficos. Vienen de una raza de reptiles, no se mezclan con nadie. El Principe William, el hijo de Lady Di, es regido por eclipses solares, la numerología de ellos mismos y los aninakis. Su número, tiene la característica de Enki, y es la cara de un antílope con cuernos. William es el anticristo, viene en las escrituras. Desde la antigüedad tenemos la escritura cuneiforme y no la hemos podido cambiar, siempre fue así. Y eso lo deberíamos pensar. El Vaticano, la Casa Blanca, Palacio de Buckingham. Francmasones. Dominan el mundo. La Santísima Trinidad.

- ¿Quiéres saber qué es Enki?
 
Pongo una torpe excusa y le digo que otro día, que ya sé del tema.

Él todo eso lo ha visto y ha sacado un resumen. Me lo ofrece si algún día quiero saber. Cómo Constantino metió el catolicismo a los griegos. Cómo Moisés actuaba en el Monte Sinaí, lugar conocido por el avistamiento de muchos OVNIS.

No tiene problemas de dinero, pero ese es el problema: si no tiene un problema siempre tiene que haber algo, otra cosa, la pluralidad. Clase media. Era subgerente de un market. Pero ya se sabe, los gobiernos. No cobraba mucho porque los gobiernos que no quieren. Estaba bien, pero tiene que ver su madre. Son muchos años. En este segundo viaje hizo un tramo en tren, el resto en camión (autobús). Hasta llegar aquí, indocumentado. Pero sabía que en el albergue no habría problemas, y aquí estaba, esperando papeles. Recuerda el tramo que hizo en tren cuando el hijoputa descarriló y no pudo seguir avanzando. Por los gobiernos. Por la pluralidad...

Ese fue su segundo viaje. En el que está ahora embarcado. El primero lo emprendió y subió porque iba a estudiar allí, con su madre. Una madre que es legal en EEUU y él estaba arreglando papeles para ir con visa de estudiante. Todo correcto, todo controlado. Pero no esperó, pasó ilegalmente y le agarraron. En ese momento todo acabó. Allí empezó este peregrinar. Allí empezó el cambio para todo. Hasta ahora. Vendió un coche que le habían regalado a los 17 años, en el 2009, cuando intentó aquel primer viaje. El El Salvador no podía estar ya. Extorsionado. No podía ir caminando, por lo que gastó ahorros en una moto. Hasta que también lo pararon hasta en la moto y se lo dejaron bien claro. Aquello y lo difícil que era estudiar y trabajar le mandó para arriba. Y volver a ver a su madre. Esos turnos que no dan para nada. Con lo que no se puede vivir. Está lleno de contradicciones. Sigue manteniendo la moto en El Salvador y ahora ya está en Tijuana buscado lo que dejó atrás, trabajar y estudiar, volver a los turnos, a la vida cerca de su madre.

Aunque todo ha cambiado.




Miramos al cielo. Hablamos de las estrellas. El cielo en Ixtepec es muy bello. Suele estar despejado todas las noches y se ven las estrellas con facilidad porque hay poca contaminación lumínica. Algunos lo llaman falta de iluminación en las calles, pero para el caso es lo mismo. Todas las respuestas están el cielo. Todo está ahí. Hasta el séptimo planeta que apareció y aceptaron hace poco. Se llama Nibiru y los sumerios ya lo conocían. Lo llamaban Alamantiun. Le dicen cometa porque deja cola, pero es un planeta. De allí viene la vida. Lo decían los sumerios, de los anunakis, los que vienen del cielo. Todo está en el cielo y todo lo sabían ya los sumerios. De Nínive. La ciudad de la que salieron todas las ciudades bíblicas. Eso incluso está en la Biblia. De allí salió todo.


Una mañana me dijo que no había ido a trabajar. Eran muchas horas. Desde las siete de la mañana hasta la tarde. Sin desayunar. Sin comer allí tampoco. Por sólo 150 pesos. No merece la pena. Son muchas horas. No lo necesita. Cuando no come se acuerda del 2009. Del desierto de Arizona. Su primer viaje, su primer y gran error. Cuando pasó casi cinco días sin comer ni beber allí. Me cuenta que en el desierto ponen garrafas de agua para beber. Con una bandera en lo alto para verlas de lejos e ir hacia ellas. Pero la mayoría están vacías. Las derraman, las rompen, las disparan. Hay un extraño componente humano que tienen ciertos personajes por los EEUU (Como por muchas partes por el mundo) que hace que quieras derramar esa agua para que los migrantes que van por el desierto se deshidraten. Es difícil de entender, pero es así. Igual que muchas familias por la zona, disfrazadas de buenos samaritanos, que recogen a los migrantes, les dan cobijo, alimentación y bebida para cuando se confían, llamar a los agentes de inmigración americanos para que los detengan.

F.C. pasó cinco días en el desierto sin comida ni bebida. Consiguió comer insectos que quemaba y les quitaba las patas. Dice que estaba bien porque no hay insectos venenosos, no existen. Cuando vio los helicópteros de inmigración que significaban su deportación segura, se sintió aliviado. En aquel momento llegó al límite. O lo deportaban o moría. Le pusieron suero, se recuperó y volvió a su país.
Ahora se cumplen cinco años de ello. Va a cruzar y entregarse. Ya con papeles mexicanos. Pedir visa de estudiante. Tras cinco años de deportación es posible. Pedir el perdón y llegar. Habla con su madre a menudo. Le habla de verse en Tijuana, de pasar con ella o no, de sus estudios, de lo bien que le va, de los planes que tiene. Y de la falla San Andrés, que no le permitirá estar mucho tiempo en Tijuana. Quizás una falla sea lo que le convenza a irse con su madre y los pinches gringos, y estudiar y trabajar en los EEUU.


No se aferra a ningún problema, a ninguna persona. Por eso no echará a nadie de menos. A nadie de la gente que ha conocido. Ni siquiera a mí, que le daba papel, cigarros y conversación. Aunque me ha encantado saber de él cuando ya estaba en el DF y esperaba el bus a Tijuana y cuando llegó a su destino final. Allí, encima de la Falla San Andrés.

Todo le irá bien. No hay más que mirar el cielo. O estudiar a los sumerios, que ya lo sabían todo...



miércoles, 29 de enero de 2014

Bailar no es una opción




"Bailo para que se espanten todas las complicaciones,
cuando el llanto duele tanto abandonarse es lo mejor.
Quiero ver cómo se mueven todas mis preocupaciones,
si manejan bien el ritmo o son tan torpes como yo."
(El traje, Julio de la Rosa)







Los españoles no sabemos bailar. Es un hecho. Hay quien dice que traemos una malformación de serie en la cadera que impide cualquier movimiento rítmico que queramos hacer con el cuerpo. Además, no sabemos qué hacer con las manos si no están asidas a alguna forma cilíndrica de vidrio o plástico que contenga líquido, lo cual añade más hándicap al asunto si cabe.



Los mesoamericanos y mesoamericanas saben bailar. Saben y deben bailar. No entienden la vida de otra manera.



Los que tenemos la terrible manía de preguntarnos todo y plantear interrogantes para todo lo que vemos morimos de angustia tratando de desentrañar el misterio del baile por estos lares. ¿Por qué bailan? ¿Para qué? 







Bachata, punta, merengue, reggaeton, parranda, lambada, salsa... Y así hasta el infinito. Nunca organices una fiesta con mesoamericanos si no vas a poner música y van a poder bailar. Vendría a ser como organizar una en España sin servir alcohol: Un completo y estruendoso fracaso.



Dicen que las personas que consiguen conectar con su ritmo son capaces de transmitir sensaciones positivas. Desde la antigüedad, todas y todos hemos bailado de mejor o peor manera, ya sea para honrar a dioses, atraer la lluvia, como rito iniciático o como prolegómeno del apareamiento. El baile mantiene el cerebro en forma y aumenta la autoestima. Pero, sobre todo, el baile en el albergue evade y lleva lejos, a lugares mejores. A muchos de los que he visto bailar por aquí les encantaría bailar sobre la bestia y todo lo que ello significa. Pero se conforman con arrimarse lo más posible a alguien y bailar como si estuvieran en otro mundo que no estuviera nunca perturbado por el sonido de un tren que devora sueños, deseos y, literalmente, personas. Cuando el suelo que pisas quema tanto, bailar es la mejor manera que existe para que no se te abrasen las plantas de los pies.






Bailar no es una opción. Es una obligación. Como seguir adelante, luchar, sonreír y tener fe en algo. Al menos para todas y todos ellos. Mañana cuando me levante querré saber bailar y poder integrarme más en su mundo. A día de hoy me iré a dormir con el recuerdo de la noche que intentamos bailar como si no pasara nada y acabé con el pantalón roto. 

Pero esa ya, es otra historia...



"Nadie se acordará de ti
cuando en el río vean bailar
a un pez bailarín."
(Baile de los peces, Josele Santiago)




B.S.O. I: El traje, Julio de la Rosa

B.S.O. II: Baile de los peces, Josele Santiago


martes, 21 de enero de 2014

El cuento que quizás Ramón nunca cuente a Saray




Al llegar, hace ya más de dos meses, ella fue la que me recibió con una sonrisa. Me dio cariño, quería jugar, me llamaba grandote. Con todos se llevaba de maravilla, no sólo con nosotros tres. Luego resultó ser una pequeña rabo de lagartija, todo el día moviéndose, de aquí para allá, agarrándose a ti y a todo el que encontraba por el camino. Si le prestabas atención estabas perdido, no te soltaba en ningún momento. La sonrisa franca, la risa contagiosa, la mirada chispeante. Así era (es) ella, Saray.

Tiempo después de conocerla se fue. A su tierra. A arreglar cosas. Se vino a despedir de todos. De todos y cada uno. Como hacía cada vez que compraba unas golosinas, unas paletas, unas galletas... No dejó a nadie sin decirle que se iba dándole un beso. Como cuando compraba cualquier cosa. Compartía todo. Su cariño y lo poco que tenía para disfrutar del dulce en cada momento.

Ya no está por aquí. Ha llegado a su destino. Al que querían sus padres. Está con su abuelo y su madre, Fabiola, en New Jersey. Lo previsto. Lo planeado. Lo que quería Ramón, su padre, aunque ahora esté triste, melancólico y aburrido por aquí. Precisamente, por ese aburrimiento que arrastra, decidió contarme todo, decidió echar el rato conmigo y hablar de cosas que no sabe la gente (y que tampoco tienen por qué saber) y yo le prometí que contaría el relato para que vosotr@s en España, conociérais un poco más el albergue por medio de las historias y las personas que lo habitan.


Ramón siempre lleva gorra. Una horrorosa gorra del América. Supongo que digo horrorosa porque es del América. El América en México es como el Real Madrid en España. Hay que detestarlo si crees en la justicia. Esto a Ramón le da igual. Ni siquiera lo hemos hablado, pero supongo que le da igual. “Si-mon” diría. O algo así. Lo de “si-mon” es una coletilla muy usada por centroamericanos que no sé realmente si se escribe o no así. La utilizan para todo y al principio cuando te contestan a alguna pregunta “si-mon” no sabes si te quieren decir que “sí” o que “no” o que todo lo contrario. Ramón, además, suele llevar gafas de sol casi todo el día. Muy oscuras, no dejan ver sus ojos y su mirada. El “si-mon” es más difícil de interpretar. Pero el América o el Madrid a Ramón le darán mucho igual. No como a much@s que acaban de dejar de leer por lo ofendid@s que se sienten por lo que he dicho del Real Madrid. A mí también me da igual. Esto sólo debería hablar de Ramón. Y de Saray. De la familia y las peripecias de Ramón. Y de su elegante boina negra, que no sólo de gorra amarilla del América vive el hombre...

Ramón tiene las uñas largas como un guitarrista y rasgos agitanados, aunque lo único que le he oído cantar es a Roberto Carlos y alguna cosa de ese estilo. Es un clásico romántico dice. Nació en Honduras acaban ahora de cumplirse 37 años. Es bastante mayor para la media de edad de lo que hay por aquí. Quizás por eso se aburra tanto. Seguramente por eso se sienta bien a mi lado y le guste que sepa su historia. Y que la cuente. Porque sólo la leerán en España. Y España está muy lejos. Debería hacerle algún regalo de cumpleaños, pero sé que sólo hay una cosa que desee y eso no está en mi mano. Lo único que le daría si pudiera es paciencia y un acelerador del tiempo para que lleve mejor el que tiene que esperar hasta que todo pueda solucionarse.



Como digo, Ramón tiene 37 años y Saray, su hija, 6. Fabiola (realmente no es su mujer porque son “unión libre”) tiene 19. Saray y su madre ya están desde hace poco tiempo en New Jersey con su abuelo y padre, el suegro de Ramón. Lo números que hay en este párrafo no son erróneos. Están revisados, no están cambiados en un movimiento de adecuación de la letra del blog.

Me habló de los momentos anteriores a que nosotros apareciéramos por el albergue. Vino él solo con la niña. Fabiola y él estaban mal, platicaron en buena armonía y se dejaron. Posteriormente, por el facebook, fueron encontrando vínculos, sintiéndose mejor ambos, y decidieron volver a juntarse. Sobre todo por el vínculo fundamental y clave: Saray. Es curioso como nosotros venimos de un lugar donde lo normal es que se rompan parejas por el facebook y como por aquí, usualmente, suele pasar al contrario. Se volvió para Honduras a traerla. Y así conocimos a la familia. Empezaron a arreglar papeles. Querían estar legales en México. Y en ello estaban cuando por sorpresa, sin decir cómo ni por qué, nos contaron que se iban de vuelta. A mí me confesó que tenían unos temas y que si todo salía bien volverían. Ahora sé que volvieron por la suegra enferma. Son esos momentos en los que Saray te abrazaba y te daba mucha pena. Cuando volvieron todo tomó color. Apareció como un torbellino, con su nervio y su sonrisa. Con sus demandas tras el grito de “grandote”. Estaban de nuevo de vuelta.

Fabiola llevaba siete años sin ver su padre. El padre vive en New Jersey y está a punto de ser ciudadano estadounidense de pleno derecho. Se ha casado allí y falta poco para que pueda acoger gente a su cargo y con total legalidad. Es un regalo que Ramón quiso hacer a Fabiola y a Saray. Acelerar los planes. Ver luz al final del túnel. Sabe que la niña, por la legislación norteamericana, ya podrá entrar en una escuela el próximo semestre. Por ello subieron el viernes 26 de Diciembre. Se fueron en autobús. Largo viaje primero al Distrito Federal y del DF a Nuevo Laredo. Allí pararon y estudió todo bien. Pagó 1500 pesos de hotel por tres días. A eso les sumó 120 de depósito por noche. Era el único sitio donde parecía que todo era seguro para ellos. Lo tenía todo muy estudiado. Dentro de lo estudiado y controlado que se puede tener todo en las ciudades fronterizas de este corrupto país.



Cuando por fin salieron, Fabiola creía que se iban a tirar al río y cruzar los tres. ¡Al Río Bravo! Ramón se negó en ese momento. Nunca pensó hacerlo así, y el frío de la zona le dio la razón. Saray no aguantaría con esas temperaturas bajo cero el peligroso cruce del río. En su lugar fueron a cruzar por el puente internacional. Él estaba ojo avizor. Vigiló todo, cualquier posibilidad, con una sola obsesión: Que ellas pasaran. Era su único propósito. Sabía que una vez que ellas cruzaran ya tenían el camino hecho, y que sólo tendrían que tomar un bus a New Jersey sin ningún tipo de problemas. Pero él era otra historia. Si a él lo agarraban del otro lado todo se vendría al traste. Llamó la atención de los controles para que ellas pasaran sin problemas. Pero se le acercaron los zetas. Siempre los zetas. Con más poder que cualquiera en este pinche país. Él tiene una relación “especial” con los zetas. Querían captarlo. Llevan tiempo tras de él. Y él no cede. Pero a los zetas no se les dice que no. Y él es conocido.

Volvió al hotel tras dejar felizmente a su niña y su mujer bien encaminadas y supo que estaban tras él. La aparente seguridad del hotel pasó a ser la intranquilidad de ser entregado por el que le había cobrado un poco más y le había asegurado con una sonrisa que allí estaría seguro y que se recluyera hasta que pasara un poco todo. Esas cosas se saben cuando has pasado por ciertos trances en la vida. La vida que, en según que sitios vale muy poco y se compra y se vende sin ningún rubor. Y estamos hablando de la frontera. Donde menos vale.

Amenazado y con mucho miedo. Sin mucha opción de escapatoria. No podía salir del hotel pero sabía que el hecho de que entraran a por él con total impunidad era cuestión de tiempo. Buscó ayuda en el Padre Solalinde. Este, movió hilos y consiguió que por medio de la comisión de Derechos Humanos saliera de allí discretamente y que tomara un pasaje rumbo a Querétaro. De allí vuelta a Ixtepec, más tranquilidad, pero sin dejar de tener ojos en todas partes. Al Padre le debe todo. Se le ilumina la cara hablando de él. Pero no le gusta contarlo mucho. Sabe que lo que ha hecho y hace el Padre por él, salvándole de aquello, dándole cobijo tanto tiempo como necesite, como se ha portado con su familia, es impagable. Pero no le gusta que la gente se aproveche de él. Porque el Padre ayuda a todo el mundo y no le pone pegas a nadie. Porque él sabe que hay gente de todo tipo. Y muchos no son sanos y sólo buscan aprovecharse.

Siempre con gorra, con boina, con gafas de sol. No sabía por qué estaba así desde que lo conocí, pero me explico ya la razón. Ha sufrido ya tres deportaciones. Si le vuelven a pillar puede acabar muy mal, recluido en un centro de inmigrantes, peor que una cárcel. En unos meses, si tiene paciencia y todo va como debe, su suegro tendrá nacionalidad americana. La niña ya mismo podrá estudiar y será legal en EEUU. Su pareja también. Ese será el momento para plantearse otros temas. Volver a reunirse. Seguir adelante. Tener una vida normal. Quizás casarse para hacerlo todo más fácil. Y volver a sonreír en familia.

De momento aguanta. Aburrido. Yo puedo hacer poco, pero escucharlo y escribir su historia está en mi mano. Y sé que a Saray le encantaría que lo hiciera, me daría un caramelo y me diría ¡Grandote! mientras se abraza a mi pierna pidiendo que ande con ella colgada o esperando que la haga volar de las manos...



B.S.O.: "El gato que está triste y azul" (Roberto Carlos)




martes, 14 de enero de 2014

Ecuador es un país y un estado de ánimo




ecuador.
(Del lat. aequātor, -ōris).
1. m. Astr. Círculo máximo que se considera en la esfera celeste, perpendicular al eje de la Tierra.
2. m. Geogr. Ecuador terrestre.
¶ ORTOGR. Escr. con may. inicial.
3. m. Geom. Paralelo de mayor radio en una superficie de revolución.
Ecuador galáctico.
1. m. Círculo máximo tomado en el medio de la galaxia llamada Vía Láctea.
Ecuador terrestre.
1. m. Geogr. Círculo máximo que equidista de los polos de la Tierra.
□ V.
altura del Ecuador
paso del Ecuador
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Se ven pocos ecuatorianos por aquí. Pocas ecuatorianas. Podría decir, sin miedo a equivocarme que no he visto ninguna ni ninguno desde que estamos en México. Es extraño porque en España se ven muchas y muchos. El cambio es grande. Y grande es la mierda que representa comenzar una historia de esta manera, pero no había más remedio.

Cuando se llega a la mitad de algo, se traspasa el ecuador. Se utiliza muy a menudo, no hay más que poner la televisión para ver cómo ese presentador que tanto detestamos, o la radio para oír cómo ese locutor deportivo (que tanto despreciamos), nos indican que hemos llegado al ecuador del programa o al ecuador del partido.




Nosotros hemos llegado, en teoría, al ecuador de nuestra estancia por aquí. No hemos llegado a hacer la mitad de las cosas que teníamos planeado desempeñar, pero hemos sobrepasado con creces el ecuador de los objetivos propuestos. En teoría todo está diseñado en forma de campana de Gauss y una vez que se llega al punto más alto, se empieza a descender. Estamos en ese punto. Pero no lo sentimos así, por mucho que el calendario, ese tirano implacable que nos amarga la vida desde que dejamos de ser niños y nos inculcan la variable tiempo para todo, nos lo indique. El descenso será más rápido de lo previsto, seguro, pero la tarea sigue siendo cada vez mayor y cada momento más intensa. Baste comprobar esta bitácora de experiencias o contenedor de residuos en forma de letras e imágenes que hacemos por aquí: Este blog tendrá más entradas una vez superado el ecuador que las que ha tenido antes de llegar a él. Sería largo y aburrido explicar con claridad por qué, pero baste con decir, y fíense de nosotros, que tenemos mucho material atrasado esperando salir a la luz y hay muchísimos temas e instantáneas que tenemos en la cabeza y que todavía no han aflorado aquí. Y lo harán. Probablemente hasta se cansen por ello.

Nosotros nos estamos cansando de sacar la basura a la calle. Alejandro me comentó un día aquello que se dice de que la gestión de residuos y el trato que se le da a los animales son los indicadores más claros del desarrollo de un país. En el Albergue se quema la basura. Las basuras en México las tratan y hay mucha diversidad al respecto. Como todo en este país. Pero en el Albergue y en las zonas colindantes las queman. “¿Y qué hacemos si no?” me dijo una voluntaria mexicana cuando pregunté al respecto. Es así y está asumido. 


Nosotros, a pesar de vivir a unos trescientos metros del albergue, tenemos otras opciones. Nos buscamos un vecino francés que nos indicó que pasaban a recogerla cada dos días por nuestra calle, dejábamos el cubo y tres pesos debajo de él. Lo recoge un señor al que no se le entiende nada. A las seis de la mañana. Un señor que pensamos que habla zapoteco, pero tampoco podríamos asegurarlo. Sólo sabemos que no le entendemos. Pero ya hace tiempo que instauramos el tema de dejarle la basura y los pesos bajo ella. Con el tiempo nos hemos dado cuenta de que no es una práctica demasiado habitual. Hace dos o tres días paseábamos rumbo al supermercado a eso de las seis de la mañana*. Para nuestro asombro, al igual que Ixtepec parece un cementerio vacío y oscuro a las diez de la noche, es un mundo asombrosamente vivo, despierto y luminoso a las seis de la mañana. Caminábamos tras el pequeño camión de la basura que llevaba un narcocorrido a tope motando un escándalo enorme del que llegamos a detectar frases como “me crucificaron y me apuntaron con los cuatro rifles” mientras los vecinos salían a su encuentro con bolsas y monedas en mano. La gente vive a esas horas, y las basuras son entregadas. Parece que lo de dejarlas en la puerta y seguir durmiendo es una cosa de gente cómoda o europeos (puede valer la redundancia).

Podríamos hablar de los animales para seguir el razonamiento, pero ya hay un post sobre los perros mexicanos. Sólo indicaremos que este no es precisamente el momento indicado para decir nada al respecto pues hace unos días una brigada de veterinarios voluntarios pasó por el albergue para esterilizar y cuidar toda la fauna del albergue, compuesta por un número incontable de perros y otro tanto de gatos, amén de cerdos, pavos y gallinas que no cuentan porque están en su corral sin interactuar con migrantes y demás habitantes del lugar.

Unas brigadas de acción voluntaria, de autodefensa ante la situación de emergencia del país, un movimiento muy interesante que está creciendo muy rápidamente en México. Quizás cosas como esta también sean indicadores de la salud de un país.



En el ecuador de nuestra estancia vuelven los trenes a venir repletos. Los dos últimos han superado las mil personas. Más de mil personas a lomos de La Bestia. No lo habíamos visto nunca. Es habitual que tras las navidades sea así. Pero para nosotros es nuevo. Como casi todo todavía aunque lleguemos al ecuador. Como es nuevo ver por segunda vez a gente que estuvo por aquí, siguió camino y por diversas razones (ninguna agradable) vuelve a pasar por el Albergue:

- ¡Español!
- ¿Qué haces por aquí otra vez?
- Pues...
- Me alegro de verte
(Aunque no debería porque es mala señal). ¿Todo bien?
- Bien, Gracias a Dios.


Dios parece el culpable de casi todas las cosas buenas que le pasa a la gente que anda por aquí.  Todo esto, con la muerte de Ariel Sharon por medio, ha pasado en torno al ecuador de nuestros días por aquí. Todo, como el Ecuador, parece más cálido y conlleva sudor, pero no es de ello lo que queríamos hablar hoy. Si has leído esto hasta el final probablemente pienses que no queríamos hablar de nada concreto, pero no es así. Os lo explicaremos en próximas entregas, pero eso ya, es otra historia...






* Nota del Editor: Ese horario, por si alguien lo estaba pensando, no responde a ninguna fiesta ni ninguna noche loca, sino a la salida del albergue tras la llegada de un tren tardío y tener que comprar huevos y tortillas para el desayuno, con la correspondiente imposibilidad o inconveniencia de tratar de dormir en ese escaso periodo de tiempo intermedio.


Nota aclaratoria: Michoacán está relativamente lejos de aquí. Lo decimos para la tranquilidad de familiares y gente que nos quiere. Aquí quitando zetas, mareros y demás gente de "bien", no hay mucho peligro. Bueno, están las diferentes policías, el ejército y la delincuencia común, pero vamos, que Michoacán está lejos...

Postdata: Esta historia se ha terminado de escribir en la bodega de ropa del albergue mientras se trata de contentar las necesidades de vestido de parte de las noventa personas que entraron anoche a las cuatro de la mañana. Son muchas, sí. No paramos de sorprendernos... Pero se explicarán cosas de lo escrito con ello. Esperamos.




jueves, 9 de enero de 2014

Historia de una foto (Volumen 2): La mochila desconocida








Hola.
No sé si os acordáis de mí. Quizás no me hayáis conocido nunca, pero seguro que habéis tratado a alguna prima o incluso hermana mía. Soy la mochila desconocida. Sí, esa que veis en la foto en primer plano, como protagonista. Es extraño, porque no suelo salir. Las fotos no suelen fijarse en mí, más allá de los catálogos de los centros comerciales, y tampoco mucho. Normalmente estoy oculta, en la espalda de alguien. No sólo no acostumbro a salir en las fotos, sino que llevo una mala vida allí detrás. Recibo golpes y estoy casi siempre a la intemperie. Sufro la frustración de mi dueño cuando no puedo tragar más cosas, aunque en ocasiones me llenen hasta vomitar cerrándome la boca de mala manera. Soy yo. Esa que en algún momento te ha servido de acompañante y te ha dado calor, a veces más de la cuenta, en la espalda. Reconozco que también ha habido momentos en los que te he hecho daño en los hombros por querer amarrarme a ti con toda mi fuerza, pero el control de la línea nunca ha sido uno de mis virtudes y sinceramente, vivir contigo me pone el colesterol por las nubes en épocas vacacionales.

Soy yo. La indispensable en algunos casos. La deseada. La que ha dejado de llevar el dinero para que te lo escondas en otras partes de tu cuerpo. La que llama la atención y es la primera en ser registrada a pesar de ir en la espalda. Mi intimidad es violada de manera inevitable cada vez que alguien asalta a mi dueño en el camino. Parezco ser la poseedora de la virtud y el tesoro. La guardiana de las riquezas no poseídas. Soy así. Si estoy abultada parece que contengo algo más allá que meras anécdotas en forma de posesiones no valiosas que podrían, aunque no sea cierto, ayudar a hacer más llevadero el viaje. Me mojo y me reseco con el sol. Tiempo después, si sigo animada y entera, iré congelándome en algunos tramos.

Pero aquí estoy ahora. Soy soy. Bella y sencilla. Vacía de posesiones para dejar espacio a los sueños. Con hambre. Mucha hambre. Parezco despistada y no estar pendiente de nada, pero padezco de gula porque todo el mundo me habla de que voy a morir de inanición. Mi dueño me ha dejado por aquí sin aparente cariño aunque sé que está pendiente de mí. Como tú me estás mirando ahora mismo. Soy el centro de atención aunque la escena que interesa al mundo está más allá. En una de las miles de conversaciones que dicen que hay por el albergue para tratar de ayudar al migrante, para ver alternativas a la desgracia, para poner remedio al dolor, para conseguir papeles para la indefinición, para señalar al infractor...

A veces sufro de esquizofrenia por pasar de espaldas a espaldas, por no reconocer el sudor que me moja, por tener que adaptar mis brazos a los hombros de personas diferentes, algunas cariñosas, algunas furtivas, algunas, tantas... 

Quizás esté equivocada y todo lo que estoy contando no es real. Dicen que podría ser la mochila de alguno de l@s voluntari@s que hay por estos lares. Una mochila más limpia y menos dañada. Hay quién dice que incluso puede que contenga algún aparato electrónico, chicles, pañuelos de papel, algún complemento de Zara o Natura y signos de ser poseída por un perroflauta aburguesado. Una mochila, a pesar de tan repleta, con espacio para recoger y guardar con cariño ilusiones, experiencias e irrepetibles instantes vitales que valen por varias vidas.

Quizás, sólo quizás, no sea más que una mochila. Pero tú y yo sabemos que tus sueños pueden guardarse en mí, aunque ya esté repleta de ellos. Los sueños caben en cualquier sitio, por muy grandes que sean. Solo temo el momento en que me mires y no tengas nada que guardar en mí...