miércoles, 11 de diciembre de 2013

A lo lejos no se ve la otra orilla









"Y allí todo brilla,
y allí todo encaja bien.
En esta orilla
yo no hago pie"



Cantaban Los Enemigos en "La otra orilla" sobre lo que significa ver a lo lejos un sitio donde todo brilla, donde todo encaja bien. Cantaban a la otra orilla porque en esta no se hace pie.

Anoche estuve hablando con un par de migrantes que me preguntaban por la situación en el Estrecho de Gibraltar, sobre la llegada de emigrantes por esa vía a España. No supe bien qué contar. Nunca sé bien qué contar a personas que se juegan la vida pensando que en la otra orilla todo brilla y encaja bien porque soy de los que saben que el gran hermano gringo es cualquier cosa menos luminoso, y sólo encaja bien lo que quieren que encaje bien, que no suele estar destinado a sin papeles centroamericanos. Pero no soy quién para valorar que el brillo y el encaje que se ve a lo lejos sea provocado porque en su orilla no se haga pie.




Como siempre que que tengo problemas de comunicación y no puedo expresar algo porque no lo tengo claro o porque no sé qué es lo que quiero o tengo que transmitir, me decidí a contarles un cuento. Les prometí que sería corto y que les iba a gustar mucho. Se hizo la noche y empezaron a zumbar los zancudos a nuestro alrededor, pero se quedaron aparentemente interesados en lo que les iba a contar. Comencé el cuento:

"Érase una vez, en un tiempo muy muy lejano, una niña muy feliz a la que querían mucho sus papás y que sonreía todo el tiempo. La niña jugaba y reía a todas horas, y me pueden creer si les digo que no podrían imaginar a nadie con una sonrisa más bella que la suya. 

Pero la mamá y el papá de aquella niña tenían un gran problema cuando llegaba la noche. Por más que se empeñaban, no conseguían que la niña no perdiera la sonrisa antes de dormir. Intentaron todo lo que sus papás y abuelos habían probado con ellos. Le cantaban, se acostaban a su lado, trataban de dormir en el campo viendo las estrellas, jugando... Pero nada funcionaba. En cuanto llegaba la noche, la niña perdía la sonrisa y la felicidad, tenía miedo a dormir y no descansaba. Le contaron cuentos de todo tipo, le narraron historias y representaron pequeños teatrillos... 

Y nada.

Pero una buena noche, sin saber cómo ni por qué, ya desesperada y sin ganas de más, la mamá le cantó una canción de cuna muy muy triste y la niña pareció disfrutar, sonreír y se quedó dormida muy plácidamente. Ahí vieron la solución. Comenzaron a cantarle y escribirle las canciones de cuna más tristes y tenebrosas que se les podían ocurrir. Y volvieron a ser felices toda la familia. No sólo por los maravillosos días, también en las oscuras noches. 

Tanto y tanto disfrutaban con la situación que papá y mamá no podían hacer otra cosa durante el día que pensar en nuevas canciones, en imaginar tristes y terroríficas nanas. Tanto, que al papá lo tacharon de loco porque decía que no podía hacer otra cosa que escribirle a la niña, una canción de cuna tras otra. No podía escribir nada sin que acabaran saliendo en ello arañas, serpientes o bichos que no tienen cabida en una cuna normal, ni en la vida diaria. Le pidieron que siguiera esforzándose, que no se olvidara de vivir sólo por la sonrisa de su pequeña, que escribiera pensando en todos, que viviera... 

Pero ni siquiera así lo conseguía. Quizás por eso no lo conseguía. Pero eso sólo lo empezó a saber más tarde..."




De repente miré a mi lado y no había nadie. No pude terminar de contarles el cuento de la niña feliz que necesitaba canciones de cuna tristes y tenebrosas para no dejar de sonreír por las noches. El sonido de la Bestia, aunque retrasado porque ya habían pasado las dos y media de la mañana cuando se esperaba dos horas antes, cambió toda la vida del albergue e hizo que me descubriera sólo con mis palabras en la boca sin nadie a quién contárselas.

Probablemente se aburrieron. Seguramente no podían dejar de pensar en la otra orilla, por más que ver la voracidad del mar sea suficiente para que yo no lo entienda. 

Estoy convencido que lo que a mí me pasa cuando hablo con ellos es que todavía no he sentido que en esta orilla yo no hago pie. 

Pero seguiré escuchando a quienes tantas ganas tienen de hablar conmigo. Y seguiré contando, porque quizás un buen día, cuando menos me lo espere, consiga terminar mi cuento. Sea en la orilla que sea, porque los cuentos, cuentos son...


"Cuando tú quieras,
cuando tú quieras
parecen decir..."



B.S.O.: "La otra orilla" (Los Enemigos)




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